MUCHO MÁS QUE UN COLEGIO

El Colegio Compañía de María es un colegio católico de espiritualidad mariana e ignaciana. Pretende la formación integral de la mujer, según las directrices de la Iglesia, fomentando una sólida devoción a la Virgen María. Es una institución centenaria, pues fue fundada en 1899 en Talavera de la Reina (Toledo) por la Orden de Nuestra Señora. 

El colegio quiere cultivar la inteligencia de las alumnas a través de las materias académicas que dictaminan las leyes vigentes. Pretende lograr una enseñanza de calidad buscando abiertamente buenos resultados académicos, potenciando el afán de superación, personalizando el aprendizaje y valorando al máximo la vocación docente. Propone el desarrollo de la creatividad mediante las actividades propias de cada materia y fomenta el aprendizaje de los idiomas y las nuevas tecnologías. La finalidad es "lograr cabezas bien hechas, no bien llenas" (Montaigne).

El colegio pretende forjar la voluntad de las alumnas para que sean capaces de actuar según su libre elección, no bajo la presión de coacciones externas. Esto supone una educación de la apetencia y del gusto. Para favorecerlo, el colegio tiene unas normas de disciplina: puntualidad, adecuado comportamiento en clase y en el centro, educación en el trato... La educación en el esfuerzo es fomentada también creando hábitos de estudio y mediante la práctica deportiva. 

El colegio desea formar el sentimiento de las alumnas suscitando el entusiasmo por el Bien, la Verdad y la Belleza. De ahí el propósito de crear en el colegio un espíritu de familia, cuidar los grandes acontecimientos que unen y los detalles que van tejiendo la vida cotidiana. 

Santa Juana de Lestonnac celebró por vez primera la fiesta de la Presentación de la Virgen el 21 de noviembre de 1610 en el colegio de Burdeos (Francia). Desde entonces todas las alumnas de los colegios de la Orden han festejado cada 21 de noviembre a la Niña María, como popularmente se la conoce.

La fundadora de la Orden de Hijas de María Nuestra Señora nació en Burdeos en 1556. De noble familia bordelesa, fue asimismo sobrina del ilustre humanista Miguel de Montaigne. Su padre, Ricardo de Lestonnac, era un ferviente católico, mientras que su madre, Juana Eyquem de Montaigne, se hizo calvinista e intentó por todos los medios atraer a su hija hacia la herejía. Pero, desde su niñez, Juana se mantuvo fiel a la fe católica.

Aún adolescente, sintió deseos de entregar toda su vida a Dios. Pero, a causa de la situación relajada de los conventos, su padre no se lo permitió. Así, a los diecisiete años se casó con Gastón de Montferrant. Fue madre de siete hijos.

Al quedarse viuda, vio que era el momento de entrar en religión e ingresó en el monasterio cisterciense de las fuldenses de Tolosa. Sin embargo, cayó gravemente enferma y tuvo que salir. La última noche vio cómo las almas de las jóvenes caían al fuego eterno y pedían que alguien les tienda una mano. De nuevo en Burdeos, Juana comprendió la necesidad de fundar una orden religiosa dedicada a la juventud femenina, que uniera el espíritu monástico y el apostolado. Pronto encontró el apoyo en los jesuitas Raymond y De Bordes, que descubrieron en ella a la elegida por Dios para realizar la fundación que ven tan necesaria.  

Entonces reunió a las que serán, con ella, las primeras hijas de Nuestra Señora: Serena Coqueau, Margarita Poyferre, Isabel de Maissoneuve y Magdalena Landre-vie. Por fin, el 7 de abril de 1607, el papa Paulo V aprobó la nueva Orden. En 1638 santa Juana escribió las Constituciones, adaptadas de las de la Compañía de Jesús. Dos años después, el 2 de febrero de 1640, murió en Burdeos. El 15 de mayo de 1949 el papa Pío XII la proclamó santa y ese día se celebra su fiesta litúrgica. 





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