¿A QUÉ DESAFÍOS HACEMOS FRENTE?
"Naturaleza". Buscamos cambiar y transformar. "Crisis". Un término que resonó en todas las épocas, un concepto que deja sensación amarga. No todo es malo, ¡nunca! También puede traer consigo la chispa de la oportunidad. En su raíz, "crisis" significa cambio y escisión. Esta idea nos invita a mirar al horizonte de lo que está por venir. Es algo así como una bifurcación, cuando un camino se divide en sí mismo en otros dos caminos; pero esta vez se trata de una crisis que se divide en peligro y oportunidad. La condición de todo avance humano es conocer la tormenta antes de encontrar la calma. Por eso, hoy la crisis es más que un desafío: se trata de una invitación a reinventarnos. El mundo se mueve ¡ya!, rápido, y las organizaciones educativas deben aprender a navegar en este océano.
Comienzo con la descripción de Zygmunt Bauman de nuestra era como una modernidad líquida. Reflexionando, creo que se refiere a un tiempo donde nada es estable, la solidez de las instituciones y de las certezas se tambalea. ¡Cuánto estoy de acuerdo! La educación, igual que otras instituciones, se enfrenta a este reto: en un mundo de constante cambio (como ya hablamos en la pasada entrada), ¿cómo hacerlo bien y seguir siendo relevantes? En realidad, no es tan difícil. Se trata de que la escuela se adapte sin perder de vista su misión esencial: formar (no instruir) seres humanos.
El filósofo Byung-Chul Han, por su parte, habla de la sociedad del cansancio. Se nos presiona a rendir más, a producir más. Es agotador. Este fenómeno de autoexplotación se refleja en la educación en la manera en la que los estudiantes se sienten ahogados por la presión de sobresalir. No siempre es tarea sencilla desarrollar un pensamiento crítico que les permita comprender la gran pregunta: ¡¿qué pasa!? La complejidad del mundo es una realidad que las escuelas deben tomar para enseñar a vivir en la incertidumbre.
Otro cambio que enfrenta la educación contemporánea es la creciente multiculturalidad. Décadas atrás no era así, pero hoy las aulas españolas muestran una diversidad mucho mayor. Alumnos de diferentes orígenes nos acercan a sus visiones del mundo: únicas. Es una fuente de riqueza que a veces genera tensiones. Entonces, la integración cultural en la escuela se convierte en una nueva tarea. Se trata de oportunidades para que los estudiantes aprendan a convivir con el otro, desarrollando empatía, creatividad... La escuela puede ser un espacio que una a la sociedad, y por eso tiene en sus manos una oportunidad única para enseñar a vivir en la multiculturalidad, que nos enriquece siempre.
Un último desafío: el tecnológico. La tecnología ya no es solo una herramienta que ha entrado en la educación de mala manera. Se me ocurre que ahora es algo que redefine las fronteras del aprendizaje. Las instituciones educativas deben integral lo digital como un ecosistema nuevo, que nos transforma a mejor. Se trata de una red interconectada de saberes. Todo, y lo mismo ocurre con la tecnología, en la medida que se utiliza bien y como es debido, puede ayudarnos.
En definitiva, la educación sigue enfrentándose, naturalmente, a desafíos que exigen reinvención. Al mismo tiempo, en cada crisis o momento de incertidumbre hay también una oportunidad: de aprender, de crecer, de mirar al futuro. El cambio puede ser doloroso, e inevitable pero necesario para florecer.
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